Los policías fueron guiados por pistas falsas. Una mujer de Robles proveyó una pieza vital y, con ello, se vino a pique la novela del camionero que acabó preso. Recuperaron $ 187.000 y buscan al presunto cómplice.
Un camionero ideó un autorrobo de $ 1.100.000 que estaban destinados a la compra de carbón vegetal, pero algunas fallas en la logística echaron por tierra su plan, sostenido en una historia inventada con cuatro encapuchados en una 4 x 4 y tiros en la ruta 5, departamento Figueroa.
El caso es investigado por el fiscal Martín Silva, quien requirió la aprehensión de Carlos Alberto Noriega (52) con residencia en el Bº Centro de La Banda.
De acuerdo con la cronología del hecho, en los primeros minutos del lunes Noriega ascendió en La Banda al camión Mercedes Benz, de una flota de tres unidades, propiedad de Víctor Ernesto Risso Patrón, bandeño, de “Transporte el Norteño”, quien lo había contratado apenas cuatro meses atrás.
Según Noriega, partió de una estación de servicios de rutas 34 y 5 rumbo a Bandera Bajada, Figueroa. Luego comenzó la ficción. Alrededor de las 3 de la madrugada cuatro encapuchados lo alcanzaron en una 4 x 4. A la altura del kilómetro 75, San Antonio, uno extrajo un arma de fuego y le disparó.
Noriega dijo que no tuvo otra salida que detener la marcha. Que al instante, descendieron tres sujetos. Dos lo redujeron y un tercero inspeccionó el camión y regresó con una bolsa de residuos, en cuyo interior llevaba $ 1.100.000 para la compra del carbón. Después, los maleantes subieron a la camioneta y escaparon con dirección hacia La Banda.
Lo primero que hizo Noriega fue alertar a su patrón, Risso Patrón. Alrededor de las 6 de la madrugada llegaron los policías del Destacamento Nº 4 de Caspi Corral. Dialogaron con el camionero y repitió la versión de los cuatro encapuchados.
Sin embargo, en ese instante Risso Patrón denunció a Noriega y aportó una pieza nueva, vital para la trama y el rompecabezas. Reveló que dos semanas atrás una amante de Noriega, con residencia en Beltrán, Robles, le había confiado que éste andaba muy preocupado por una deuda elevada, cuyo pago debía realizar de inmediato.
Por ende, Silva solicitó la requisa del transporte, medida que le fue otorgada por la jueza de Control y Garantías, Cecilia Vittar.
En escasos minutos, los policías literalmente dieron vuelta al camión y descubrieron más de $ 187.000 ocultos. También, el celular que Noriega, aquel que el acusado había asegurado que le había sido robado por los cuatro asaltantes.
Ante el giro de la investigación, el fiscal ordenó que el camionero quedase preso. La medida fue cumplida por la policía, también secuestró el dinero, y sin que nadie haya clarificado qué sucedió con los casi $ 900.000 “desaparecidos“. La noticia provocó un cimbronazo en el entorno y el patrón instó al recupero de la totalidad del dinero, ya que enfatizó que debía ser empleado para la compra de un pedido de carbón.
Acorralado por preguntas y sin margen para más mentiras
Anoche, la policía acorralaba con preguntas al camionero Noriega. Las sospechas indicaban que no actuó solo y, por ende, se intuía que un cómplice huyó con los $ 900.000 que faltan.
Desde ese silencio infranqueable, el fiscal trabajaba con tecnología reconstruyendo la ruta del camión hasta terminar en San Antonio, Figueroa.
Asimismo, el funcionario indagaba en la actividad de su celular, el cual apareció celosamente guardado y apagado en el camión.
Abundaban las preguntas sin respuestas y los efectivos confiaban en que Noriega terminaría quebrándose y confesando los capítulos aún vedados en su “culebrón“.
Traslado, de inmediato
Hasta entonces, el fiscal habría solicitado que Noriega sea llevado a la capital y puesto en manos de expertos de la policía.
A la vez, hoy prestaría declaración la supuesta amante del sospechoso, ya que conocería mucho de su vida, en especial la deuda que Noriega debía pagar con inmediatez y se especula fue la causa directa de la maniobra hecha añicos por la policía en menos de 14 horas. Las imputaciones eran aún difusas, pero girarían obviamente en el autorrobo del camionero, cuyo rostro, desencajado, era la fiel estampa de un hombre preso de su propia mentira.