Sus orígenes y objetivos.
Hasta el último viernes los talibanes afganos eran los que mejor conocían la brutalidad del Estado Islámico de Khorasán (ISIS-K). Ahora, tras el ataque en Moscú, el mundo se topa con una realidad: la expansión de un grupo terrorista audaz y cada vez más violento.
ISIS-K, una facción “halcón” del Estado Islámico, se ha adjudicado la responsabilidad del atentado en la sala de conciertos Crocus City Hall en el que fueron asesinadas más de 130 personas. El grupo se encargó de publicitar la matanza: emitió un comunicado por Telegram el mismo día, ayer subió fotos de sus yihadistas y en la últimas horas difundió un escalofriante video en el que, versionando la brutales decapitaciones a rehenes por-occidentales en Siria o Irak de sus comienzo allí por 2014, muestra cómo masacraron a los rusos que asistían a un espectáculo en la sala de conciertos Crocus City Hall.
Si bien el grupo ya había atacado fuera de Afganistán, donde tiene su base de operaciones, el ataque en Moscú es su irrupción global.
ISIS-K emergió en 2015, creado por terroristas disidentes que adoptaron una interpretación más extrema del Islam. Son sunnitas, la rama mayoritaria del Islam, y desprecian explícitamente a los shiitas, mayoría en Irán. La versión anterior de ISIS buscaba formar un Califato independiente con partes de Siria e Irak, la reconstrucción de la provincia milenaria del Khorasan, por eso sumaron la “K” a sus siglas.
Según explican expertos del Willson Center, por aquel entonces, los objetivos del grupo y la geografía declarada de sus operaciones eran muy amplios. Abogando por atentados con víctimas masivas contra civiles y Estados, el grupo pretendía derrocar al Gobierno paquistaní, castigar al Gobierno iraní por ser “vanguardia” de los chiíes y “purificar” Afganistán, tanto desbancando a los talibanes afganos como principal movimiento yihadista en Afganistán como castigando a grupos minoritarios, como los hazaras.
De acuerdo con Asfandyar Mir, experto del think tank, para lograr sus objetivos el ISIS-K reclutó al grupo insurgente pakistaní Tehreek-e-Taliban Pakistan, al debilitado Al Qaeda en Afganistán y Pakistán y a los talibanes afganos posteriores a Mullah Omar. También aprovechó una minoría sectaria crucial de salafíes en el este de Afganistán y se sirvió de sus redes rurales para hacerse con el control territorial en las provincias de Nangarhar y Kunar.
A pesar de que en 2021 sus cifras de combatientes disminuyeron a 1.500 – 2.000 yihadistas, la organización terrorista ha demostrado una resiliencia notable, perpetrando ataques muy mediáticos, como el atentado suicida en el aeropuerto internacional de Kabul en agosto de 2021, que mató a 13 soldados estadounidenses y a cerca de 170 civiles.
Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), si bien comparten una ideología y tácticas, la profundidad de su relación con el Estado Islámico y su mando mando original nunca se ha establecido por completo. Pero sí se sabe que su objetivo es el establecimiento de un califato islámico en Asia Central y Meridional.
Tras la toma de poder de los talibanes en Afganistán, durante la retirada militar estadounidense del país, ISIS-K elevó su perfil internacional. Desde entonces, los talibanes han librado batallas campales contra el ISIS-K en Afganistán. Según detalla The Washington Post, hasta ahora, los servicios de seguridad talibanes han impedido que el grupo se apodere de territorio o reclute a un gran número de antiguos combatientes talibanes “aburridos” en tiempos menos convulsos, lo que sería una pesadilla para Occidente.
Sin embargo, para el general norteamericano Michael E. Kurilla, jefe del Mando Central del ejército norteamericano, ISIS-K “conserva la capacidad y la voluntad de atacar intereses estadounidenses y occidentales en el extranjero en tan sólo seis meses sin apenas aviso”. Además, está que pretenden proyectar sus operaciones exteriores mucho más allá. Funcionarios de la lucha antiterrorista en Europa, consultados por NYT, también afirmaron que en los últimos meses han sofocado varios complots incipientes del ISIS-K para atacar objetivos allí.
Antes de Moscú, y además del asalto al aeropuesrto de Kabul, el ataque más espectacular que se le conocía a ISIS-k fue el atentado con bomba en el que murieron 84 personas en Kerman (Irán) durante una procesión en memoria del general de división Qassim Suleimani, un venerado comandante de la polémica Guardia Revolucionaria iraní abatido en 2020 en un ataque de un avión no tripulado estadounidense.
El ISIS-K, que ha amenazado repetidamente a Irán en repudio a lo que considera su “politeísmo y apostasía”, y reivindicó en un canal de Telegram el ataque.