Hubo un tiempo, aquí en Marbella, en que Isabel Pantoja era vista como la dueña y señora de la ciudad.
Isabel Pantoja. Tal era su poder, su fama, su tronío, que la gente le rendía pleitesía convencidos como estaban de que ella obraría el milagro de relanzar lo que los gobiernos de Gil y Gil habían destruido en su afán por sacar dinero hasta debajo de las piedras. Fruto de ese súbito encantamiento fue la compra o acaso el regalo de Julián Muñoz de una finca, “Mi gitana”, que pronto se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza para la tonadillera. No solo porque allí sentaron sus reales todos los paparazzi de la Costa del Sol, sino porque según Hacienda la adquisición de esa vivienda fue utilizada para blanquear el dinero obtenido ilegalmente por el entonces alcalde de la ciudad, y su compañero sentimental.
Hace años que -desde que detuvieron a Julián Muñoz-, Isabel puso a la venta la casa de sus desgracias, sin que nadie se atreviera a comprarla maldecida como dicen que estaba. Cierto o no, la vivienda ha sido adquirida recientemente por un extranjero del que poco o nada se sabe, solo que el 25 del pasado mes de marzo firmó la escritura de la misma. Una operación que pone punto y final a una historia que empezó cuando la cantante se encontraba en el momento más alto de su carrera y que terminó dando con sus huesos en la cárcel.
Es extraño que habiendo como hay grandes guionistas en nuestro país ninguno haya utilizado esta historia de amor-pasión-odio para escribir la más popular de las telenovelas: cantante famosa que en su afán por conseguir dinero y poder se lanza a la conquista del alcalde de una ciudad donde los grandes negocios se hacen bajo cuerda o amparados en la oscuridad de la noche. Un político, de extracción humilde, casado y con hijas, que pronto pierde la cabeza por una artista que le seduce a base de mucha zalamería. Una mujer que a nadie oculta sus intenciones de llegar a gobernar la ciudad a través de un novio de paja que, como ella, ha pagado cara su osadía de pensar que a la justicia se le puede engañar amañando un romance de valentía o cantándole un par de coplas al ínclito Montoro.
Con la venta de “Mi gitana”, Isabel Pantoja ha conseguido no solo pagar una parte importante de sus deudas, con lo que se ha quitado un gran peso de encima que le permitirá pensar con tranquilidad la forma de encauzar su futuro personal y profesional, una vez que salga de la cárcel. Algo que no le será difícil porque Isabel es, independientemente de las equivocaciones que haya podido cometer, una gran cantante.