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La pandemia del desempleo joven necesita una vacuna urgente en la Argentina

En términos laborales la pandemia hizo impacto pleno en el segmento de los jóvenes de 18 a 30 años en la Argentina. Ellos representan un cuarto de la población ocupada en el país (26%) y el deterioro de sus condiciones laborales afecta los indicadores del mercado de trabajo en su totalidad. Así lo sustanció el último informe del Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), bajo el título “ Desempleo juvenil y políticas sociales”.
Al comparar la cantidad total de jóvenes ocupados antes del Coronavirus con los del tercer trimestre de 2020, surge un número alarmante: 560.000 jóvenes perdieron su trabajo.
Cuestiones de causalidad y no de casualidad alguna, en el peor momento de la pandemia los indicadores laborales de los jóvenes fueron arrasados, sin perjuicio de que a partir del tercer trimestre del año pasado mostraron una relativa recuperación.
“Aún se mantienen como el grupo etario más afectado”, resumió el CEM acotando que entre los jóvenes gravita el escenario previo a marzo 2020 y las cifras del segundo trimestre del mismo año con el descenso trimestral del PBI del 16,2%, (19,1 % interanual) y un salto en la desocupación al 13,1%, la cifra más alta que se registró desde 2004.
“Entre el primer y el segundo trimestre de ese año, en Argentina se perdieron 3.900.000 de trabajo por la pandemia”, señala el informe del CEM.
Los datos remiten a que los jóvenes de 18 a 30 años, suman 9.000.000 de personas y resumen el 20% de la población total. Gran parte de ellos carece de un empleo, no estudia y mucho menos recibe una capacitación para trabajo alguno.
Para la estimación regional, de acuerdo a las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo ( OIT), en América Latina y el Caribe hay 9.400.000 de jóvenes desempleados, 23.000.000 que no estudian ni trabajan ni están en capacitación y más de 30.000.000 que sólo consiguen empleo en condiciones de informalidad.
Un problema social de creciente relevancia que se manifiesta tanto en la escasa cantidad de puestos de trabajo disponibles para los jóvenes, como en la calidad de los empleos a los que acceden.
El escenario, para nada amable, que describió el CEM remarca además las dificultades y barreras que enfrenta la población juvenil la cual va desde salarios, índices elevados de pobreza, inestabilidad laboral, desprotección social y brechas que presentan en relación a la población adulta.
Línea de tiempo
La falta de oportunidades laborales en la población juvenil no es algo reciente, existe desde las últimas décadas del siglo XX y se vieron acentuadas a partir de la crisis del 2001. Si bien desde 2003 la recuperación económica y las políticas de crecimiento -con inclusión- redujeron las tasas de desempleo e informalidad laboral de adultos y jóvenes, éstas persisten y se agigantan con cualquier fenómeno de mediano impacto social, ni hablar del Covid-19.