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El Presidente con cero autocrítica: proclamó la necesidad de unidad, pero cargó sobre Rodríguez Larreta y los gobernadores

Alberto Fernández anunció las restricciones sociales más duras desde marzo del año pasado frente al coronavirus. Y calificó el momento que vive el país como el “peor” desde el primer impacto de la pandemia. Habló largamente de las responsabilidades que le impone ese cuadro a él mismo y sobre la necesidad de un trabajo en conjunto. Sonó como un lejano eco del razonable capítulo inicial de la cuarentena, hace más de un año. Sin embargo, no sugirió siquiera una autocrítica y sí abundó en la carga sobre Horacio Rodríguez Larreta y todos los gobernadores. Más: los responsabilizó implícitamente por un eventual agravamiento del cuadro sanitario, porque dijo que el éxito de las medidas depende exclusivamente del control y fiscalización de los jefes territoriales.
El Presidente hizo explícito de este modo una visión realimentada en su círculo. En la antesala de cada uno de los dos anteriores Decretos de Necesidad y Urgencia, desde el Gobierno se dejaba trascender especialmente el malestar o enojo presidencial con los gobernadores, por lo que se consideraba como falta de compromiso con las medidas restrictivas. Irritación especial le producían los mandatarios del PJ y algunos aliados, porque lo vivía como falta de solidaridad con traducción al juego de poder nacional. Rodríguez Larreta sumaba por otro lado: por su crecimiento como referente opositor y porque ha sido declarado principal pieza a esmerilar desde la provincia de Buenos Aires y con línea de Cristina Fernández de Kirchner.
Lo más significativo en este discurso es precisamente que esas batallas hayan teñido los anuncios frente a una situación descripta minutos antes como realmente dramática. El hecho mismo de recurrir a la cadena nacional le agregaba un ingrediente más simbólicamente institucional. Y antes que la letra, la idea de un mensaje conceptual -centrado en el núcleo de las medidas de confinamiento, no en el detalle ni en el abuso de gráficos- podía suponer un discurso amplio y convocante, sin asperezas políticas. No fue así.
Vale repasar dos pasajes. Uno, dedicado a Rodríguez Larreta y con derivación a la Corte Suprema, por la convalidación de las atribuciones como distrito autónomo, equiparadas a una provincia, y expresamente en el rubro de la educación, en este caso, las clases presenciales. Se quejó de la “judicialización”, y afirmó que eso generó confusiones y “debilitó” las acciones contra el coronavirus. Después, además, defendió el proyecto de “ley de la pandemia”, impulsado como respuesta a la Corte y no sólo a la Ciudad.
El Presidente tuvo además párrafos de evidente factura a los jefes provinciales, por el pasado y por lo que pueda pasar. Dijo, mirando hacia atrás, tres cosas: que algunos distritos no cumplieron todas las medidas de los últimos DNU, que otros las aplicaron tardíamente y que muchos relajaron los controles. Y añadió hacia adelante: la tarea central para asegurar el confinamiento es la “fiscalización” por parte de los estados provinciales.
Horacio Rodríguez Larreta fue cuestionado por llevar a la Corte la cuestión de las clases presenciales
En cuanto a la sociedad, evitó recargar el mensaje. Lamentó el efecto nocivo y extendido de “una minoría que no cumple” y destacó las medidas elementales que deben seguir siendo de aplicación corriente, básicamente, tapabocas y distanciamiento social. Sobre los problemas de estrategia sanitaria, apenas hubo un implícito con anuncios sobre próximos embarques de vacunas.
De manera llamativa, fue eludida cualquier alusión al mensaje confuso cuando no negativo desde el poder. Se ha dicho: el silencio en estos casos resulta casi un autochicana. Los actos propios sin cuidados, las aglomeraciones consentidas o toleradas, las vacunas de acomodo. Nada siquiera mereció una mínima o hasta encubierta condena o promesa de corrección, por ejemplo anunciando la suspensión de actos oficiales.
Por supuesto, no se trata de una cuestión aislada. El Presidente cerró el discurso aludiendo a la necesidad de estar “más unidos que nunca” y llamando a “olvidar cualquier desavenencia”. Varios párrafos del mensaje fueron en sentido contrario. Pero además, el clima de “unidad” o al menos de consenso es una construcción política no una declaración. Vale un ejemplo último de tránsito a contramano: la retomada ofensiva judicial, que tensa la cuerda política e institucional del país.