Con evidencia científica sobre la respuesta inmune que se genera después de la primera dosis y datos sobre la eficacia de protección contra formas graves de enfermedad por coronavirus en la “vida real” de estos últimos meses, los gobiernos de todo el mundo enfrentan la decisión de cómo realizar la inoculación en un escenario donde lo más claro es que no hay suficientes vacunas para la demanda requerida.
“La eficacia protectora de una primera dosis oscila como mínimo entre el 60 y el 70 por ciento según el tipo de vacuna, pero esto es variable. Hay que tener en cuenta que los anticuerpos comienzan a generarse a los 15 días después de recibir esa dosis”, indicó la médica infectóloga Florencia Cahn, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE).
Cahn sostuvo que “la eficacia aumenta y se acerca al 90 por ciento, también dependiendo de la vacuna, cuando se recibe la segunda dosis”.
No obstante, advirtió que la idea de diferir la segunda dosis en un contexto en el que hay más demanda que vacunas “podría ser una estrategia para tener a mayor población con protección en menor tiempo”.
“Si bien hasta el momento esta estrategia no está definida en Argentina, es algo que se está realizando en muchas partes del mundo”, indicó.
Como señaló la especialista, son varios los países que adoptaron la estrategia de diferir la segunda dosis; el primero fue el Reino Unido, que realizó el anuncio en enero de este año.
Al respecto, hace dos días el ministro de Vacunas británico, Nadhim Zahawi, aseguró en diálogo con la ministra de Salud de Argentina, Carla Vizzotti, que tras la aplicación de la primera dosis de las vacunas de Pfizer/BioNTech y Oxford/AstraZeneca se “redujeron las hospitalizaciones y muertes en un 90%”, un dato que surgiría de la “vida real”.
En efecto, las autoridades británicas decidieron continuar con esa estrategia para el otoño boreal, en septiembre, con el fin de vacunar a más personas con la primera dosis.
En febrero de este año investigadores de la Universidad de Oxford publicaron un Pre-print en la revista británica The Lancet en el que revelaban una eficacia de dosis estándar única de su vacuna desde el día 22 hasta el día 90 después de la aplicación del 76%, sin que la protección disminuya en este período de tres meses.
Por la misma época, un estudio israelí publicado en The Lancet realizado con trabajadores de salud del principal hospital de ese país arrojó que la primera dosis de la vacuna Pfizer/BioNTech fue eficaz en 85% de los casos.
Otro análisis publicado como Pre-print en la misma revista especializada también en febrero evaluó la efectividad de las vacunas de Pfizer y Oxford en Escocia “en la vida real” y arrojó que una sola dosis generó reducciones “sustanciales” en el riesgo de hospitalización.
“Este estudio es una de las evidencias de la ‘vida real’ más fuerte que tenemos, ya que contempló a 1.137.775 de personas vacunadas que se compararon con el resto de la población gracias a un sistema de datos integrados que incluye registros de vacunación, testeos por PCR, hospitalizaciones y mortalidad de 5,4 millones de personas, casi toda la población”, señaló a Télam Humberto Debat, virólogo e investigador del INTA en Córdoba.
Concretamente el estudio señaló que “la vacuna de Oxford dio una protección contra casos severos del 94% entre 28 y 34 días post aplicación de primera dosis; mientras que la de Pfizer generó una protección del 85% en el mismo período; ambos números son espectaculares”, indicó.
“Además, el estudio dio buenos resultados también en población mayor de 80 años”, agregó, y destacó que estos análisis prospectivos observacionales por cohortes son “extremadamente valiosos”.
El investigador dijo que como el manejo de las pandemias se realiza con información preliminar, parcial e imperfecta, “tener este recurso de análisis en tiempo real del nivel de protección de estas vacunas es un insumo invaluable en la disyuntiva de la discusión genuina que hay entre enfoques basados en regímenes de dos dosis con gran nivel de certidumbre con foco en protección individual y la mirada poblacional, con menos evidencia, basada en la realidad irrefutable de escasez de vacunas, que plantea la posibilidad de proteger a la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible”.
Otra estrategia que reúne cada vez más evidencia a favor, es implementar una sola dosis a personas que tuvieron previamente Covid-19.
La Alta Autoridad de Salud francesa (HAS) emitió en febrero una recomendación en esa línea tras analizar estudios realizados sobre la respuesta inmunitaria de las personas curadas de la enfermedad frente a las vacunas.
En Israel, un estudio con personal sanitario arrojó que aquellos que habían tenido previamente Covid-19, independientemente de la gravedad con la que transitaron la enfermedad, tras recibir la primera dosis de la vacuna de Pfizer desarrollaron anticuerpos al nivel de aquellos que habían recibido las dos dosis.
En Argentina, el grupo de investigación liderado por Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir (FIL), realizó un importante aporte estudiando la respuesta inmunitaria generada con la vacuna Sputnik V, desarrollada por el Centro de Investigación Gamaleya de Rusia.
El trabajo reveló que el promedio de cantidad de anticuerpos en personas previamente infectadas que recibieron una sola dosis de la vacuna fue ocho veces superior a la de aquellos voluntarios sin infección previa que recibieron el esquema de vacunación de dos dosis.
Al difundir el estudio, el ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Mincyt) señaló que “el hallazgo avalaría revisar el esquema de vacunación para aquellas personas con antecedentes confirmados de infección por el coronavirus SARS-CoV-2, lo que permitiría optimizar recursos sin comprometer la eficacia de la inmunización”.
Más allá de la estrategia de diferir la segunda dosis o aplicar sólo una a quienes ya tuvieron la infección, existe también un debate acerca de si en el contexto de escasez mundial de vacunas no se puede pensar en aplicar directamente una sola dosis.
En este sentido, Debat indicó que “una crítica genuina en esta discusión de una dosis versus régimen completo es la posibilidad de que la respuesta derivada de una dosis sea menos robusta y por ende se observe inmunidad menguante en menor tiempo que correlacione con menor protección a mediano plazo”.
“De esto tenemos aún menos datos, por ende el compromiso sería un balance en el cual se retrase la segunda dosis (que es muy distinto a directamente no aplicarla) con el objetivo de duplicar el número de personas con énfasis en los grupos más vulnerables, pero eventualmente continuar con el régimen en cuanto la llegada de más dosis lo permita”, concluyó.