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Casi 100.000 muertos: El duelo más difícil: perder a un ser querido al que se contagió de coronavirus

Graciela es enfermera y no dejó de ir un solo día al geriátrico donde trabaja. Estaba justamente de servicio, cuando se contagió de coronavirus. Los protocolos eran estrictos, pero el virus se
coló igual. Al volver a su casa, en la que vivía con su hijo de 29 años, le transmitió la enfermedad.

No hubo coherencia: se murió él.

La pandemia tiene un “esto también pasará” que no se mide en la cantidad de días que faltan para dejar el barbijo. Una forma de resiliencia que no se consigue con vacunas y que lejos de resistir el dolor, busca aceptarlo.

En la Argentina, estamos muy cerca de alcanzar la cifra de 100.000 muertos. En el mundo, unas 4 millones de personas fallecieron por Covid.

Ya se han despedido amigos en casi todas las oficinas, fábricas, guardias de hospital, comercios y barrios. En algunas ocasiones, sin aviso, sin funeral y sin entierro, sin presencialidad -ni presencia-.

Sin embargo, para los familiares más cercanos, el duelo tiene dimensiones inagotables. Porque si aprender a vivir en un mundo donde ya no existen las personas a las que se amó es desgarrador, hacerlo cuando lo que cortó el hilo pudo haber sido transmitido con un abrazo, parece –de mínima- inconcebible.

Fue el caso de Graciela (no es su nombre real). “Ella estaba trabajando. No en un boliche o en una clandestina. Cumplió todos los protocolos, hizo todo bien. Pero esta enfermedad es muy cruel. ¿Y cómo hacés para no sentirte culpable por la muerte de tu hijo si vos lo contagiaste?”, pregunta por teléfono Vivian Mastellone, integrante de los grupos “Renacer” de duelo para padres.
Desde que comenzó la pandemia, la comunidad no deja de recibir nuevos casos por coronavirus. En los encuentros -virtuales, por el momento- llegó hace algunas semanas una familia de Avellaneda que acababa de perder a un hijo adolescente.

El chico estaba atravesando un cáncer, pero tenía buen estado de salud. Su hermano volvió a las aulas en marzo, cuando volvieron las clases presenciales. Se contagió de Covid entre compañeros y llevó el virus a la casa. El hermano más chico murió.

La culpa de contagiar y sobrevivir
Hay un factor que atraviesa a muchas de las personas que llegan al consultorio -también virtual- de la psicóloga y especialista en duelos Diana Hunsche: “Necesitan saber cómo se contagió la persona que murió”.

Recuerda el caso de una mujer que quedó viuda tras contagiar al marido por coronavirus y estaba muy mal porque creía que ella se había contagiado en primera instancia al ver a los nietos. Estaba devastada. De golpe, va al almacén de su barrio y descubre que estaba cerrado por casos de Covid.

“Fue un alivio, porque no es lo mismo para una persona haberse contagiado al hacer una compra indispensable que si se contagió a la familia por haber participado de una reunión social”, sigue.

Muy relacionado a la primera culpa, aparece la culpa del sobreviviente , explica y define que es la que surge por no recibir contagiado uno mismo en vez del que falleció. O la que aparece, habiéndose contagiado, porque uno se salvó.

“Lo mismo sucede en una guerra. La gente que está sana tiene culpa por estar bien”, explica Hunsche y propone un ejemplo: hay un entierro, en el que te preguntan cómo estás y vos tenés una excelente noticia, pero la contás en voz baja. “Son culpas que no tendrían por que estar”, insiste.
Con el Covid no se trata de soldados, pero funciona el mismo patrón. “Los médicos padecen muchísimo. Los camilleros, los enfermeros, todos. Porque quedan cuestionados en su profesión al perder pacientes pero también por emociones mucho más complejas”, señala.

Un médico al que atendió en terapia le decía, por ejemplo, que había salvado del coronavirus a un montón de vidas, incluso las de amistades, pero no la de su madre. “¿Que culpa tendría que tener un médico por no haber podido salvar a su familia y sí a otros?”, plantea la psicóloga, que publicó recientemente su primer libro, “A terapia ¿yo?”.

Propone repensar el duelo desde tres miradas:

Deconstrucción: “La manera en la que uno atraviesa la muerte de un ser querido es propia. No estoy de acuerdo con lo que aparece en Internet de que todos siguen los mismos pasos. Hay gente que no niega. Hay gente que siente más bien la ira o, en esta pandemia, el cuestionamiento de si se podría haber evitado”.
No pasa por soltar: “La muerte no interrumpe el vínculo. Lacan decía que hay un segundo fallecimiento que es el olvido. A lo largo de la vida, uno puede ir cambiando la forma en que recuerda a la persona que murió y el vínculo cambia también”.
Una usina de energía: “El duelo es buscar en el recuerdo del ser amado una fuerza que te ayuda a salir adelante. El recuerdo te puede dar energía y esperanza. Y creo que la terapia ayuda a acelerar procesos, a no sufrir inútilmente y a elaborar las culpas y tramitar los miedos”.
Duelos encapsulados
Vivian Mastellone (51) integra grupos de Renacer hace siete años. Hoy participa y colabora en la coordinación de los que tienen sede en Almagro y Avellaneda, además de un tercero que se creó en pandemia y que no tiene asignada una sede geográfica para cuando vuelva la presencialidad el que también asisten padres desde otros países.

Renacer es una asociación de ayuda mutua que organiza encuentros entre padres en 16 provincias, bajo las premisas de que el sufrimiento por la pérdida de un hijo no es una enfermedad y que es posible transformar el dolor propio en el contacto y la ayuda a otros.