El Obispo Diocesano presidió el tedeúm por el 9 de julio desde Catedral Basílica, a donde concurrieron las principales autoridades de la provincia.
“Hermanos y hermanas del Pueblo de Dios, y autoridades presentes: en el espíritu que animo a los congresales de Tucumán el 9 de julio de 1816, nos hemos reunido para alabar y bendecir “al Eterno que preside el universo” (1), reclamando la justicia y declarando nuestra voluntad de romper cualquier vinculo violento que pueda herir nuestra identidad de nación libre e independiente. Ciertamente, en cada 9 de julio agradecemos a Dios el don de ser libres. ¡Qué don tan excelente es la libertad! Poder decidir nosotros lo que queremos ser, y a dónde queremos ir como nación.
Muchos hombres y mujeres de todo el mundo llegaron a estas tierras buscando libertad, pan, trabajo, dignidad y nuevos horizontes para sus vidas. Esta tierra fértil y generosa, nuestra Patria, se convirtió en un crisol de razas, lugar de integración de culturas, creencias religiosas y étnicas. En estos doscientos años se fue forjando nuestra identidad nacional.
Se convirtió en esa Nación que nos hizo a todos argentinos, donde nuestros antepasados creían que el futuro de sus hijos sería mejor que el suyo y que la educación, el esfuerzo y el trabajo serían las herramientas necesarias para alcanzarlo. Sabemos que sobre esta tierra bendita hay miles, millones de hombres y mujeres que aman a Dios y quieren ser fieles a su voluntad. Como pastores conocemos a nuestro pueblo, lo acompañamos en momentos de gloria y esplendor como también compartimos tiempos de tristeza y frustración. Seguimos creyendo y esperando en la justicia, en la libertad, en la verdad y el amor. Porque padecimos oscuros momentos de violencia, no queremos volver a un pasado de desencuentros, prejuicios, odios y divisiones. Como pueblo queremos transitar caminos de reconciliación de personas y sectores, para compartir todos los bienes que nos regalo nuestro Dios, integrando e incluyendo a los más marginados de nuestra sociedad.
Decía hace pocos días el Santo Padre en su visita a Ecuador «podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables”.
Hoy, como siempre, la deshonestidad, la mentira, la injusticia, la ambición desmedida, la avaricia, la especulación, la corrupción en la vida pública y privada, continúa afectando la vida de nuestra gente. Son fruto del egoísmo y de la irresponsabilidad de personas y sectores con poder, que no buscan el bien común de nuestro Pueblo sino sus intereses egoístas. ES por ello, que debemos reconstruir nuestra sociedad desde los valores éticos y morales, como base de una ansiada amistad social.
No nos alcanzan discursos y declaraciones de principios. Esto se resuelve empezando y sobre todo con el ejemplo y el testimonio de todos los que tenemos alguna responsabilidad ante la sociedad. Precisamente, a este mundo desafiante, con sus egoísmos y oscuridades el Señor nos envía, y cuenta con nuestra respuesta comprometida. Si el Señor nos dio dones es para ponerlos al servicio de los demás. Y nuestro gran servicio es la búsqueda de la unidad en la diversidad.
A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas” (2) .
Desde esta bendita tierra de Santiago de Estero, nos apremia el llamado de Jesucristo, nuestro Señor de Mailin. “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”. (Mt. 6,33).
Entendemos que se han dado muchos pasos en los últimos años hacia la conquista de una democracia estable, de un cierto bienestar social, de un importante crecimiento económico. Pero esto a costa del ilimitado principio de maximización de las ganancias y a costa del mal uso de nuestros recursos naturales y de la salud del medio ambiente.
Comprendemos que nos queda mucho por hacer para que a la mesa del pan fraterno, del trabajo digno, del diálogo sereno y profundo, de la salud integral, de la tierra como casa común puedan sentarse en igualdad de posibilidades todos los santiagueños y los argentinos.
Animémonos a crear formas inéditas que lleven a la reducción de las escandalosa brecha entre una minoría rica que todo lo tiene e inmensas multitudes que se sienten ciudadanos de segunda, sin poder cubrir necesidades y derechos básicos, o que aún cubriéndolas no tienen las mismas oportunidades que los primeros y dependen de un asistencialismo que los lleva a estar en manos de poderes de turno.
Creemos que es posible pensar nuestro Santiago del Estero desde la diversidad cultural, respetuosos de las formas de vida campesinas, urbanas, suburbanas, lo que nos debe llevar a “prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en dialogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular”. Esta es la cultura “en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente” (3) Ante estas luces y sombras de nuestra realidad, los hombres y mujeres de Fe junto con todos los argentinos de buena voluntad debemos comprometernos a:
Que en nuestra Patria permanezca viva una Esperanza transformadora hacia una Nación que incluya dignamente a todos sus hijos, que respete y haga respetar la dignidad intocable de la vida humana en todas sus etapas, a cumplir con nuestros deberes familiares. Es la familia la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos.
Además, debemos comprometernos a respetar las leyes y hacerlas respetar democráticamente, fomentando la participación y dialogo social, el fortalecimiento de nuestras instituciones republicanas, a exigir educación y trabajo digno como verdaderas herramientas de desarrollo de nuestros hijos y de inclusión social de todos nuestros compatriotas.
Profundizar el proceso de ser simples habitantes para convertirnos en ciudadanos comprometidos con lo público. No tenemos derecho a quejarnos sino participamos con firmeza en lo público. Debemos crecer en la conciencia de ser pueblo. Les invito a redoblar nuestra creatividad y esfuerzo para que con los jóvenes y desde ellos garanticemos el derecho a la educación de calidad que los forme y capacite para que puedan madurar proyectos de vida y que les incorpore plenamente en nuestra sociedad. Este proceso educativo no se debe quedar solo en la trasmisión de conocimientos sino en la formación de los valores: el amor solidario, la pasión por la justicia y la verdad, formación en una de la libertad responsable, la búsqueda de la convivencia armoniosa y respetuosa, el esfuerzo para potenciar los talentos recibidos. Los niños y los jóvenes tienen derecho a que los adultos les testimoniemos que no transamos con la corrupción y que valoramos la transparencia y la honestidad.
María es Madre de este pueblo y como Madre siempre nos acompaña. No tengamos miedo. Con Cristo y María podemos construir una Patria para todos para ese pueblo a quien el mundo salude “Al gran pueblo argentino, salud”.