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A una semana de las elecciones, el presidente afirma que la oposición propone “el peor de los pasados”

El presidente evaluó que la pospandemia debe propiciar un “debate ético” sobre la desigualdad y advirtió que América Latina debe encaminarse a reconquistar la unidad perdida.

El presidente Alberto Fernández afirmó que en la Argentina persisten “dos modelos en pugna”, convocó a la militancia a realizar el “máximo esfuerzo” para explicar a la ciudadanía lo que está en juego en las próximas elecciones legislativas ya que, advirtió, la oposición propone “volver al peor de los pasados” y “los más conservadores, son los que más cuidan a los poderosos”.

En una entrevista exclusiva con Télam, el Presidente repasó también las políticas para controlar los precios y fijó los objetivos de los próximos dos años de gestión.

“Tenemos que encarar el tema de la corrección de los precios con decisión, y pararnos activa y firmemente frente a los formadores de precios. En los últimos años se consolidaron grandes monopolios en materia de producción alimenticia. Y hay que ponerles límites”, afirmó Fernández en diálogo con la agencia pública.

– ¿Cómo imagina que hubieran sido estos dos años de gobierno sin la pandemia, para intentar hacer una proyección sobre los dos años que vienen?

– Creo que la Argentina entró en un período de crecimiento muy vertiginoso y rápido, que vamos a tener un proceso de inversiones muy vertiginoso y que tenemos que pelear mucho contra los agoreros que muestran un futuro negro. Una de las cosas que se advierten, y es difícil de explicar, es que uno va a discutir con los acreedores de Argentina y se encuentra que hay acciones explícitas de argentinos jugando en contra de su propio país. Eso es muy impactante y es raro de ver, pero pasa. Los vemos con nombre y apellido, vemos sus trabajos en inglés hechos para los acreedores. Siento que la Argentina debe recuperar la economía del modo vertiginoso en el que lo estamos haciendo. Quiero que los dos años que vienen recuperemos lo que no pudimos hacer en este tiempo de pandemia. Y de verdad también quiero que terminemos con los debates estériles. La Argentina está llena de debates estériles. A veces escuchás y te preguntás: qué están discutiendo estos tipos, por qué discuten estas cosas. Sabiendo, además, que en la pandemia hicimos un montón de cosas. Hicimos cosas socialmente muy importantes, desde hacer que los jubilados no paguen más sus remedios a hacer que sus ingresos estén peleándole y ganándole a la inflación. Hicimos que los trabajadores dejen de pagar Impuesto a las Ganancias. En el medio, arreglamos con los acreedores privados una deuda de 100 mil millones de dólares. Todavía estamos negociando con el Fondo Monetario Internacional. Se hicieron muchísimas cosas. Como sociedad deberíamos estar muy tranquilos frente a los logros y las perspectivas. En materia de ampliar derechos seguimos avanzando. Y en materia de género, avanzamos muchísimo. Y no nos detuvo la pandemia.

– ¿Qué mensaje le daría a aquellos votantes del Frente de Todos en 2019 que, por distintas razones o frustraciones, no fueron a votar a las PASO o cambiaron su voto?

– Después del resultado electoral, lo que más me preocupó fue escuchar a la gente. Dejé de leer los diarios y escuchar las radios, y me ocupé de escuchar a la gente. Alguna vez Macrón me había contado que después del fenómeno de los chalecos amarillos (Nota de la R: movimiento social que comenzó en 2018 en Francia y luego se extendió a otros países europeos), él decidió salir a hablar con la gente para tratar de entender por qué se le había generado semejante explosión social. Me contó que iba a reuniones a escuchar y a tomar nota. La verdad es que me costó mucho entender el resultado electoral. Porque puedo entender el malestar de la gente, lo que me cuesta comprender es por qué algunos sectores entienden que la causa de ese malestar ha sido el gobierno. También siento, porque lo ví en las reuniones que tuve, que muchas madres la pasaron muy mal y la verdad es que ahí siento un poco de culpa. Casi que tengo ganas de disculparme con ellas y decirles: ́cómo no me di cuenta, ustedes fueron fenomenales en lo que hicieron y no me di cuenta´.

Ahora, lo que hay que tener presente es que hay dos modelos que siguen en pugna sobre qué país queremos construir. Porque en 2019 se votó en un sentido y ese sentido no se ha alterado. Nosotros seguimos en el mismo sentido: en una Argentina que piense en la inversión, el trabajo y en las exportaciones; en una Argentina que recupere la educación y la salud públicas; en una Argentina que todos los días amplíe derechos; en una Argentina integrada al mundo desde su soberanía y su identidad, no corriendo detrás del poderoso de turno. Y a mí me parece que el malestar y el enojo de la pandemia a muchos les hizo ver que la salida estaba por otro lado. Inclusive, que la salida era volver al pasado.

– El peronismo siempre se fue renovando y resistiendo a lo largo de su historia. ¿Qué le transmitiría hoy a esa militancia a una semana de las elecciones?

– Somos un partido que nació saliendo a la calle. Eso es el peronismo, un movimiento que nació y siempre tuvo vida en la calle. La tragedia de la pandemia dejó al peronismo en su casa, sin el contacto con los otros, con lo colectivo. A la militancia hay que pedirle su compromiso para ayudar a cumplir muchos de los objetivos que nos fijamos. Tenemos que encarar el tema de la corrección de los precios con decisión, y tenemos que pararnos activa y firmemente frente a los formadores de precios. En los últimos años se consolidaron grandes monopolios en materia de producción alimenticia. Y hay que ponerles límites. Y es una pelea muy compleja, porque la Justicia suele ponerse del lado de esos poderosos. Tenemos que dar una lucha clara para que los salarios le ganen a la inflación. Necesitamos recuperar la caída de 20 puntos del salario real que se sufrió en la época de Macri. Y tenemos que hacerlo en la calle, convenciendo a los vecinos, explicándoles que lo que les proponen del otro lado es entregarse al FMI y que el día que te despidan, nadie te pague nada. Son los mismos que se jactaban que la escuela pública era una desgracia en la que uno caía. Son los mismos que dijeron que no iban a abrir un hospital más. Son los mismos. Que no nos confundan. Es el peor de los pasados. Es el pasado en el que convirtieron a todos los ciudadanos y ciudadanas en la nada misma. Los abandonaron a su suerte. El empleo caía y una vicepresidenta decía que eran emprendedores, que no caía nada. Por favor, que no les mientan más. No dejen que les mientan. Y le pido a cada militante que haga el máximo esfuerzo para mostrar a los argentinos que lo que está en pugna es el futuro de sus familias. No confiemos en ellos ni en el canto de sirenas de los que se llaman libertarios porque son los más conservadores, son los que más cuidan a los poderosos.

– ¿Qué piensa cuando escucha a Mauricio Macri, responsable del enorme endeudamiento argentino, decir que él podría resolver el acuerdo con el Fondo en cinco minutos?

– Cuando escucho que el expresidente dice que el problema de la deuda lo arregla en cinco minutos, le creo. Le creo porque fue lo que hizo. No necesitó más de cinco minutos para endeudarnos del modo en que nos endeudó. Yo también puedo arreglar el problema de la deuda en cinco minutos: lo único que tengo que hacer es aceptar las condiciones que me ponen. Pero esa es la diferencia entre él y yo. No acepto esas condiciones. Porque sé que en lo que firme va a estar la suerte de generaciones de argentinos, no la suerte de mi gobierno. Yo diría que este gobierno tiene resuelto el problema, porque el Fondo ofrece un plazo de espera para empezar a pagar, y yo podría terminar mi gobierno sin pagar un centavo. ¿Pero con eso habré resuelto el problema de la Argentina? La respuesta es no. Nosotros necesitamos que cuando empecemos a pagar, podamos pagar lo que nos comprometimos. Entonces, los argentinos y las argentinas tienen que saber que la deuda es el mayor condicionamiento que tenemos para nuestro desarrollo. Una deuda que alguien tomó de modo absolutamente irresponsable e irregular. La verdad es que no me quiero detener en todo eso, quiero hacerlo en ver cómo encuentro una solución al problema de la deuda, y que hacerlo no puede ser a costa de postergar la solución de los problemas de los argentinos y argentinas. Garantizar condiciones de desarrollo y crecimiento. Y eso demanda más tiempo, porque es una negociación con acreedores. Para que la gente me entienda: es como cuando uno es deudor de un banco y se sienta con el jefe de cuenta a arreglar su deuda. No es fácil. El banco pide, el banco exige, y está en uno ver hasta dónde está dispuesto a dar. Bueno, acá es lo mismo. Hay momentos en los que observo que le cuentan a la gente que esto de no arreglar es un capricho mío, que me encapriché, que soy un tipo que está fuera del mundo que no quiere hablar con la gente. No es eso. Estoy discutiendo dinero, miles de millones de dólares que tiene que pagar el pueblo argentino y que alguien quiere cobrar. Bueno, yo quiero que el pueblo argentino pague lo menos posible y que le cueste lo menos posible hacerlo. Nunca hablamos de no pagar, hablamos de pagar lo que corresponde y en condiciones que la Argentina pueda soportarlo.

-¿Qué desafíos plantea ser presidente en una coalición de gobierno, con intereses comunes, pero quizás con miradas distintas?

– No creo que tengamos miradas muy distintas, tenemos modos o caminos a tomar un poco diferentes. A mi juicio, creo que en los dos últimos años tenemos que hacer algunas cosas dentro de la coalición. Lo primero es terminar con los debates estériles y resolver los problemas. Lo segundo es profundizar los debates. Si queremos que viva el Frente de Todos, hay que institucionalizarlo. Hay que generar debates y dejar que la gente se exprese. Lo que espero es que todos estemos a la altura del tiempo que nos toca vivir. Tenemos dos años para mejorarle la vida a los argentinos, que es mi única preocupación. Amo la política y creo que es la única herramienta que existe para cambiar el mundo. También, si me preguntás qué es la política te diría que es el arte de administrar la realidad. Y yo tengo una realidad que administrar. Y esa realidad a veces me supera, yo quisiera que a veces fuera distinta, pero es esta la que tenemos. Tratar de encontrar soluciones descuidando la realidad es lo mismo que una quimera. Tenemos que asumir estos años con un enorme compromiso para que las cosas funcionen bien. Yo tengo muy buenas expectativas. Todo indica que nos va a ir mejor. Cuando empezamos el año, el crecimiento proyectado de la Argentina era de 5 puntos y ahora están proyectando un crecimiento de 10. Nos ha ido muy bien, lo que todavía no logramos es que esos números de la macroeconomía permeen para abajo. Tenemos que hacer lo necesario para que eso ocurra. Tenemos que poner todo nuestro esfuerzo como Frente para que eso llegue a los que más lo necesitan. Ese es el esfuerzo que tenemos que hacer. No me preocupa que en el frente pensemos distinto. Hacen mucho ruido si Cristina escribe una carta o si deja de escribirla. Para mí es una carta, la leo, le presto atención en lo que debo prestarle atención y sigo haciendo lo que tengo que hacer. Y sé que quien la escribe lo hace con honestidad intelectual, entonces desde ese lugar la valoro. En los dos años que me quedan voy a dejar todo para hacer lo que tenía que hacer en cuatro.

– ¿Cuál quisiera que fuera el balance cuando concluya el mandato en 2023?

– Lo que quiero que todos sepan es que para mí es un honor ser el presidente de los argentinos. No hay mayor honor que uno pueda tener. Voy a dejar todo de mí. Lo que quiero es dejar un país un poco más igualitario del que recibí. Trabajé estos años para lograrlo y en muchas cosas lo logré, insisto en este punto. Lo logré cuando pusimos el aporte obligatorio a las grandes fortunas, cuando los trabajadores dejaron de pagar Impuesto a las Ganancias, cuando avanzamos con el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, cuando le di a las mujeres que querían ser madres el plan de los 1000 días y cuando terminé con el documento de identidad binario. Le traje tranquilidad a la Argentina cuando logramos un acuerdo con la deuda privada, que ya todos nos olvidamos pero era de 100 mil millones de dólares.

Trabajé incansablemente todo este tiempo y soporté diatribas de todo tipo. Lo que me impulsa es poder seguir mirando a la gente a los ojos. La gente sabe lo que soy. Saben que trabajo honestamente, que nadie me ha corrompido en mi vida y que voy a morirme sin corromperme. Estoy seguro que cuando deje el gobierno, en 2023 o cuando sea, voy a dejar una Argentina mejor de la que recibí.

“Debemos replantear la lógica que se impuso de privilegiar lo financiero”

– ¿Cómo visualizó al mundo que lucha por llegar a la pospandemia y busca construir una salida, en su recientes viajes al exterior para participar del G20 y la Conferencia climática de Glasgow?

– Lo que uno descubre cuando sale de la Argentina y habla con líderes de otras latitudes es que en todos lados se vive más o menos lo mismo. En momentos en que el tiempo transcurrido permite una cierta mirada retrospectiva, aparecen los efectos en la mayor parte de las sociedades que vieron la pandemia como una amenaza semejante a una guerra. Una amenaza similar a que una bomba cayera sobre el techo de sus casas, o que al salir a la calle una bala les cruzase la cabeza. Todo eso era pensado desde un virus que podía entrar a las casas o contagiar con solo andar por la calle. Esa sensación, poco a poco, fue condicionando el estado anímico de la gente.

Cuando la pandemia empezó a superarse por efecto de la inmunidad lograda por la vacunación, quedó la impresión de que aún a muchos les cuesta entender cómo es el mundo que emerge de la pospandemia. Creo que en parte se vive como una posguerra. Hay un sentimiento de sobrevivencia. Y está claro que en una Argentina que ha tenido 115.000 muertes ocasionadas por una sola causa, ese sentimiento es comprensible.

Me parece que lo que el mundo tiene hoy es desánimo por tanta muerte y dolor, a lo que se suman los efectos en la economía. Todas las economías del planeta cayeron. Todas, absolutamente todas. Y la recuperación tiene ritmos desiguales. En algunos lugares es muy rápida. Nuestra recuperación, por ejemplo, debe ser de las más rápidas del mundo. Pero no ha llegado a todos y hay gente que todavía no siente esa mejora. Y entonces hay una parte de los argentinos desanimados. Al igual que canadienses desanimados, como me contaba Trudeau (Justin, Primer Ministro de Canadá); o Macron (Emmanuel, Presidente de Francia) en cuanto a los franceses; o Merkel (Angela, Canciller de Alemania), y Pedro Sánchez (Presidente de España) La esposa de Biden (Joe, Presidente de los EE.UU.), me describía el mismo sentimiento en Estados Unidos, al que hay que agregar una cultura más reacia a vacunarse.

Por lo pronto, tenemos una sociedad con un ánimo muy alterado, acá y en todas las latitudes. Y eso hay que entenderlo. Confieso que en el vértigo en el que nos metió la pandemia, no advertí que eso pudiera pasar. No advertí la magnitud del fenómeno en personas que fueron sobreexigidas por la pandemia. Por ejemplo, mujeres madres que tuvieron que afrontar cargas enormes, repartiéndose entre el trabajo y sus hijos, que además no podían asistir a los colegios. El trabajo y esfuerzo que hicieron fue inmenso. Y siento que, tal vez, no lo advertimos. Esa es la palabra exacta. Me apena porque debimos haberle prestado otra atención a ese problema. Pocos advirtieron el enorme impacto psicológico que traería aparejado la pandemia. Creo que en el presente, con la caída de los contagios y la recuperación económica, han renacido las ganas, la confianza y la esperanza en un presente y un futuro mejor.

– La reciente Cumbre del G20 mostró a los principales líderes con preocupaciones que los empujan a reformular algunas estrategias y discursos. Si el modelo de globalización conducido por la lógica financiera de la economía ya estaba en crisis, la pandemia marcó claramente sus límites. ¿Cómo imagina la reconstrucción de este mundo? ¿Es posible la esperanza, la construcción de nuevas utopías?

– En verdad, el debate central que el mundo debe llevar adelante, y que yo planteé en todos mis discursos, es un debate ético. Desde qué ética queremos reconstruir el mundo. Lo que dejó al descubierto la pandemia es la desigualdad a nivel planetario. Una mañana nos despertamos y un virus que era imperceptible al ojo humano era capaz, no sólo de arrancar millones de vidas, sino también de dar vuelta economías. De repente, nos encontramos que empresas de la talla de Lufthansa necesitaron del auxilio del Estado para poder sobrevivir. O Alitalia, que terminó cerrando. Hemos visto una crisis económica de tal magnitud. Y fundamentalmente, lo que deberíamos replantearnos es esa lógica que se impuso en el mundo de privilegiar lo financiero por sobre lo productivo. En gran parte, semejante desigualdad nace el día que el capitalismo le prestó más atención al gerente financiero que al de producción. Ese debate ético es el debate que está y que no todos abordan, porque hay un mundo que resiste ese cambio. Wall Street resiste ese cambio. El conservadurismo americano resiste ese cambio. Después, hay miradas políticas que tienen vocación de ampliar esos horizontes, como Macron en Francia o Merkel en Alemania. Pero hay intereses en pugna, claramente, para que todo siga igual.

Yo traté de llamar la atención acerca de que nosotros vivimos en el continente más desigual. Que esa desigualdad es grave, profunda, pero además nos condena. La mayoría de los países de América Latina son considerados de renta media. O sea, en la lógica de la técnica económica son catalogados como pobres, de renta media o de renta alta. Estos últimos tienen todo resuelto. La pandemia hizo que los países desarrollados le presten mayor atención a los países pobres, básicamente concentrados en África y en Asia, con un propósito claro: ayudarlos para evitar las oleadas migratorias hacia Europa y a Estados Unidos. Pero nosotros quedamos en una suerte de limbo. Porque, además, los países de renta media contenemos el 60 por ciento de la pobreza del mundo. Ese planteo lo plasmé en cada discurso y logramos algunos éxitos. Por ejemplo, que la nueva línea de crédito lanzada por el FMI – que es el fondo de resiliencia que inicialmente estaba destinado a los países pobres- hoy alcance a los países de renta media. Eso fue un triunfo nuestro. No solo el que se haya generado sino también que incluya a países como el nuestro. Otro tema es el de las sobretasas. El Fondo, que es un prestamista de última instancia, está cobrando actualmente tres veces la tasa que paga el mercado, algo quedó mal, por lo tanto revisémoslo. Lo planteamos, Europa nos acompañó y lo impusimos. Y el tema se va a tratar en diciembre, según anunció el organismo.

– Pareciera que en Argentina una parte importante de los poderes fácticos se resisten a encarar estos cambios y, por el contrario, profundizan una visión a contramano de la agenda mundial de estos tiempos.

– No sé cómo va a terminar todo eso. Efectivamente, uno de los planteos que hay es cómo va a funcionar el sistema impositivo para adelante, pero fundamentalmente cómo las grandes corporaciones pagan impuestos y en qué lugar los pagan. Este es un debate que se ha abierto y bienvenido sea. Porque está claro que el mundo debe tender a un sistema más progresivo en materia impositiva, donde el que menos tiene, menos pague; y el que más tiene, pague más. Ahora, esos debates son debates muy valiosos que el mundo debe dar. Creo que hay ejemplos a seguir. Los argentinos deberíamos mirar más modelos como Finlandia, Islandia, países en los que el Estado está muy presente, donde los impuestos se cobran y el Estado presta los servicios esenciales con muy buena calidad, hablo de salud y educación. Eso me parece que es a lo que nosotros deberíamos prestar atención.

– Hay un replanteo en el mundo de la necesidad de fortalecer el Estado de bienestar, mucho más después de la experiencia vivida…

– Nosotros, en Argentina, hicimos mucho en ese sentido, pero el vértigo de la pandemia no nos deja verlo en toda su dimensión. No sólo conseguimos el Aporte Solidario de las Grandes Fortunas, que acumuló una importante cantidad de dinero. Nosotros cambiamos Ganancias, dejamos de cobrarle Ganancias a los asalariados y las grandes empresas pagan más Impuesto a las Ganancias que las Pymes. Antes no existía esa diferenciación. Trabajamos para cambiar el impuesto sobre Bienes Personales, y gravamos más severamente a los que más tienen y más severamente a los que tienen sus bienes en el exterior. Nosotros hemos hecho acciones en materia impositiva, que fueron claramente avances progresivos. Está claro que la dimensión del problema por ahí exige mayor esfuerzo y velocidad. Pero hay que entender lo que le pasa a la Argentina. El país venía de una crisis enorme a la que se le sumó la pandemia. Trato de ejemplificarlo al decir que la Argentina era un enfermo en terapia intensiva y encima se enfermó de Covid en la terapia. Eso fue lo que nos pasó. Entonces todo resultó más difícil.

– Hoy América Latina es definida como una “región en disputa” entre modelos neoliberales y gobiernos populares. Al mismo tiempo, recupera parte de su centralidad en la geopolítica. ¿Cómo observa a la región en este nuevo contexto y cuál cree que debería ser el papel de la Argentina?

– Tengo la impresión que el mundo está en el debate de una nueva bipolaridad entre Estados Unidos y China. Y que América Latina puede ser un contrapeso en ese escenario, que impida la bipolaridad. Nosotros nunca creímos en las bipolaridades, las padecimos. El peronismo creó la Tercera Posición, renegando de la bipolaridad. Con Néstor (Kirchner) apostamos desde el primer día por la multilateralidad, es decir, a abrirnos al mundo y no a dos que mandan. Desarrollé toda una política de multilateralidad con Europa, que ha dado sus frutos. Lo hice porque en Estados Unidos gobernaba alguien que le hizo mucho daño a América Latina, que se llamaba (Donald) Trump. Como daba por cierto que alguien que hacía tanto daño no iba a tener en su ánimo ayudar a América Latina, yo me recosté claramente en Europa. Y los resultados no fueron malos. Están a la vista.

No es un escenario fácil el que se da porque, además, la pandemia ha alterado el ánimo de muchos y no se está observando. Se lo dije a Biden cuando hablamos por teléfono y el otro día cuando lo crucé: nadie quiso que gane Biden tanto como yo, aunque en realidad lo que necesitaba era que perdiera Trump. Ahora, Biden es una expectativa de que pueda hacer algo distinto. Uno escucha sus discursos hacia el interior de Estados Unidos y se advierte que es alguien distinto. Es un keynesiano puro, y uno lo celebra. Hace falta que esa nueva mirada del gobierno de Biden también se refleje en la política exterior, algo que está un poquito demorado. Confío que se refleje finalmente. Ahora, América Latina es un continente conmocionado y debemos recuperar la unidad perdida.

En este contexto Argentina tiene intereses en pugna, porque nosotros no representamos lo que representan nuestros opositores. Los chicos que votan a los libertarios, lo que no advierten es que están votando a los más conservadores de todos. Defensores de la libertad, nada. Son los defensores de los poderosos. Los que llamamos a defender los intereses y los derechos de los jóvenes somos nosotros. Esto que vivimos en la Argentina, donde hay un conservadurismo que resiste y donde nace una nueva derecha que se llama libertaria y, en verdad, es la más conservadora, se está viendo en todo el mundo. En Chile tenemos un candidato en disputa que está a la derecha de Piñera (Sebastián). En Perú se ganó por una decena de miles de votos contra la hija de Fujimori (Keiko). Y Lazo (Guillermo) ganó en Ecuador. Brasil hoy es gobernado por Bolsonaro (Jair). Y en Uruguay perdió el Frente Amplio. Reitero, no es un escenario fácil.

– ¿Cuán difícil es ser presidente en una Argentina y un mundo con poderes tan concentrados?

– Entiendo que es difícil, pero yo sabía que este era el escenario, por lo tanto no me puedo quejar. Estas eran las reglas y el partido que tenía que jugar. Lo único que sí admito, por supuesto, es que nunca pensé que iba a llegar una pandemia. Dónde están los poderosos y cómo actúan sus intereses, dónde estamos parados y qué intereses defendemos, y cuánto nos va a costar cada pelea, todo eso lo tenía calculado. Lo que no tenía calculado fue la pandemia. Nosotros tenemos que reconstruir un mundo distinto. No tiene sentido volver a lo mismo después de tanto dolor y pesar.