El bloque del PRO, a las órdenes de Cristian Ritondo, definirá el martes si acompaña el veto de Milei o si da libertad de acción para sesión de la Cámara Baja.
Javier Milei defiende el equilibrio fiscal como un dogma inquebrantable, pero algunos ciudadanos comienzan a dudar, porque no llegan a fin de mes. Cristina Kirchner reclama al Gobierno que tenga más sensibilidad social, pero su altísimo grado de emisión monetaria para pagar subsidios llevó el país a la ruina. Mauricio Macri pretende que el PRO conserve su identidad y no está seguro de cuán lejos llevar su apoyo al libertario, pero muchos de sus dirigentes sueñan con incorporarse o acercarse o fusionarse con La Libertad Avanza.
La política y la economía están en crisis. Hay una primera crisis cíclica, porque el país ingresó, una vez más, en una época de reconfiguración de partidos y liderazgos. Cuando emerge un liderazgo fuerte, se rediseña el sistema solar de los partidos. Ocurrió a mitad del siglo XX, con Juan Domingo Perón; frente a Carlos Menem de los años noventa surgió el Frepaso y luego la Alianza; como alternativa a los Kirchner fue creciendo el PRO y, ahora, cuando el centro de gravedad pasa por Milei, la oposición, aún desarticulada, busca un nuevo horizonte.
Pero, además, hay otra crisis, contingente, circunstancial, que tiene relación con el momento que atraviesa la economía: Milei lleva adelante un profundo cambio del paradigma de las últimas décadas -algo sólo intentado antes por Macri-, pero hay un desacople entre el tiempo medido en años que demanda su implementación y el tiempo que la gente parece dispuesto a concederle. Incluso algunos de quienes lo apoyaron sienten el rigor de no llegar a fin de mes y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios: en 7 años, perdieron 33%; el 70% de los ocupados gana menos de $550.000 y la pobreza alcanzó al 53 por ciento de la población. Los datos oficiales son conocidos, pero su efecto es siempre demoledor.
A pesar del deterioro que sufrió en las encuestas, Milei retiene el mayor caudal de apoyos. Fue hábil para convencer a la población que el déficit cero, un tópico duro y nada emocional, es un valor a defender porque es socialmente beneficioso. Y, ahora, lleva ese dogma al extremo de enfrentarse con los diputados y senadores que sancionaron la Ley de Financiamiento Universitario. Sabe que el veto tiene un costo en imagen política. Guillermo Francos lo reconoció. Pero está convencido de que ese camino y la reducción de la inflación serán sus cartas de triunfo. Además, cree que la educación es un problema de algunos sectores urbanos, minoritarios frente a una población empobrecida y que ni siquiera llega a las casas de altos estudios. Lo que nadie tiene en claro es cuál es la solución: ni el veto, ni la insistencia en la Ley, ni la marcha traerán las soluciones para las muchas deficiencias universitarias.
Milei no le teme al malhumor social, que cree momentáneo. Apuesta a otros factores. Primero, frente a los persistentes índices negativos de actividad económica, caída de la producción y otros muchos más, cualquier leve repunte, por contraste, arrojará números positivos en 2025.