Un presidiario es juzgado en esta Capital, ya que mientras gozaba de salidas transitorias por una condena a 12 años tras abusar a dos niños, volvió a atacar sexualmente a una prima, en la ciudad de Añatuya, General Taboada.
Se trata de “O.A.C.”, quien fue condenado por primera vez a 12 años de cárcel en el 2006. Un tribunal lo halló responsable de vejar a dos hermanitos pequeños, en circunstancias aberrantes.
Eran niños de la calle que mendigaban en busca de comida. El degenerado, hoy de 46 años, les prometió golosinas. Sin embargo, los colocó en una bolsa de arpillera y los ingresó a un albergue transitorio. Sorprendida, la dueña del motel llamó a la policía, pero cuando llegaron los uniformados, el huésped ya había atacado a los dos hermanitos.
Mientras cumplía salidas transitorias (quedó libre en febrero de 2017), el individuo habría reincidido en sus bajos instintos.
Entre el 2011 y 2014 habría abusado de una prima de 8 años, con acciones “gravemente ultrajantes” y forzándola a ver películas pornográficas. Ello se conoció recién en agosto del 2018, en que fue denunciado por los padres de la pequeña.
Cada capítulo del presunto nuevo abuso es ventilado, a puertas cerradas, ante los vocales, Julio Carmelo Vidal, Julio David Alegre Paz y Fernando Viaña. La acusación es potestad de la fiscal, María Emilia Ganem y la defensa del depravado, Gabriel Toloza.
El alto cuerpo ya presenció la Cámara Gesell a la menor y el debate se concentró ayer en el rol otorgado a casi una decena de guardiacárceles (de Capital y Pinto), cuya vigilancia les fue conferida por la superioridad cada vez que se retiraba de las instalaciones, rumbo a su domicilio particular.
Declararon cuatro en la víspera y habrían señalado que no notaron nada fuera de lo común. Sin embargo, la menor habría manifestado que su primo presidiario la manoseó en reiteradas ocasiones, la conminó a mantenerse callada y hasta obligó a ver películas pornográficas.
Las partes emitirán sus alegatos mañana. Extraoficialmente, se intuye que la Fiscalía apostaría todo a una nueva condena, oscilante entre 8 y 20 años de cárcel. De caerle el martillo con fuerza, esta vez el presidiario debería cumplir íntegramente la condena, y sin posibilidad de rebaja o morigeración alguna.
Por el contrario, la defensa se jugará por la absolución, quizá por el beneficio de la duda.