Este jueves se conocerá el dato de pobreza e indigencia del segundo semestre de 2018. Es decir, mide el período en el que se produjo la caída aguda de actividad, ya que en el último trimestre del año, la merma del PBI fue de un impactante 6,2%.
Y no solamente se espera que dé bastante por encima del 27,3% que se había registrado en la medición anterior (correspondiente al primer semestre de 2018), sino que el Gobierno admite que es probable que se acerque al 32,2% del arranque de la gestión.
No se trata de un indicador más. Primero, por la sensibilidad que despierta a nivel social un incremento de la pobreza. Segundo, porque es la confirmación final de todos los indicadores fragmentarios de una economía en caída.
Pero, sobre todo, porque el propio Mauricio Macri puso a ese indicador en un sitial protagónico. Lo hizo el día que asumió la presidencia al plantearse como objetivo principal de su gestión la “pobreza cero” y lo ratificó cuando, al debutar el nuevo indicador de pobreza de Indec, en 2016, dijo que sería el parámetro con el cual él aceptaba que evaluaran su gestión.
De más está decir que la oposición le tomó la palabra y, en plena campaña electoral, piensa sacar todo el rédito político posible del indicador que se está por conocer.
No hay posibilidad de que sea de otra forma. El propio Macri ya preparó el terreno para ello: resignado a que el número será malo, se adelantó a su publicación para explicar que, aun así, la de ahora es una pobreza menos grave que la que él recibió.
“Vamos a tener la misma pobreza que recibimos, pero distinta, porque no hay más cepos, no hay más tarifas que nos dejan a oscuras”, le dijo a Luis Majul en la entrevista televisiva en la que admitió que su padre Franco, recientemente fallecido, había cometido un delito al pagar coimas durante el kirchnerismo.
Pero la encuesta de desempleo muestra un dato más preocupante aun: los peores registros se ubican, precisamente, en las regiones de mayor pobreza, como los conurbanos de Buenos Aires, Mar del Plata y Rosario, donde las cifras de gente sin trabajo ya son de dos dígitos.
Y con los cierres, concursos preventivos, despidos y suspensiones de personal, no hay perspectiva de que la pobreza pueda encontrar rápidamente su punto de inflexión.
El mejor dato se había conocido hace un año, era el correspondiente al segundo semestre de 2017, cuando los “brotes verdes” hacían entusiasmar al macrismo. En aquel momento, se “festejó” que la pobreza había caído a un 25,7% y la indigencia a un 4,8%. El propio Macri había sido el encargado del anuncio: “Esto nos pone contentos”, fue su declaración al ver la caída de casi tres puntos respecto de la medición anterior.
Pero poco tiempo después sobrevino la devaluación y la escalada inflacionaria. El resultado fue un rápido ascenso en las cifras, más concretamente de 1,8 puntos en la medición de pobreza.
Los referentes de indicadores privados no dejan lugar al optimismo. En la encuesta del Observatorio Social de la Universidad Católica se registró una pobreza del 33,6%, lo que implica una suba de cinco puntos respecto de la medición de un año anterior.